El semáforo de Sergio Massa El equipo económico asume que despejó las urgencias financieras por un año, pero tiene en amarillo el objetivo de reducir el déficit fiscal; el gran temor es la falta de reservas del Banco Central; las medidas que se preparan para los próximos 10 días

edianoche de viernes en el quinto piso del Ministerio de Economía. Sergio Massa tiene los pelos de punta, literalmente. También la camisa desalineada después de haber discutido con 12 funcionarios las medidas que anunciaría en la semana siguiente. Mira al secretario de Hacienda, Raúl Rigo, para hacerle una pregunta que refrende sus propias palabras delante de su equipo más cercano. “Vamos a cumplir con el 2,5, ¿no?”, dispara Massa. Rigo, el único que conserva el saco a las 0.30 del sábado 13, responde lo evidente: “Sí, sí. Claro”.

Massa entró en territorio peligroso para concretar sus ambiciones. En medio de la debacle económica, puso en marcha un conjunto de medidas ortodoxas para reencauzar el Gobierno. Cualquiera podría confundirse y ver en ellas la inspiración de Nicolás Dujovne o el legado de Mauricio Macri, salvo por un detalle: si funcionan, terminarán por ayudar políticamente a Cristina Kirchner. Es por eso que la vicepresidenta convalida ahora lo que hasta hace poco le negaba a Martín Guzmán y depuso las palabras con las que fustigaba a Macri.

El aumento de tarifas es clave en el plan de Massa. Se lo informó a Cristina Kirchner en una reunión que tuvieron días antes en el Senado.
El aumento de tarifas es clave en el plan de Massa. Se lo informó a Cristina Kirchner en una reunión que tuvieron días antes en el Senado.Fabián Marelli

El 2,5 al que se refiere Massa es el déficit fiscal que espera para la Argentina este año. Se trata de la plata que le va a faltar al Estado. Se expresa en porcentaje del PBI y está acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El organismo denostado por Cristina Kirchner es el auditor del ministro, pero también el posible garante para el mundo de que la Argentina conducida por el nuevo timón podría convertirse en un país algo más confiable.

El economista venezolano Luis Cubeddu sigue el tema en representación del Fondo. En su última conversación con el secretario de Finanzas, Eduardo Setti, surgió un número. El rojo a financiar en lo que queda del año no debería superar los $600.000 millones si se cumplen ciertas condiciones.

Por eso Setti respira aliviado cuando escucha a Rigo: si se cumple con la afirmación de la medianoche no tendrá grandes sobresaltos para cubrir la deuda que tiene que tomar el país hasta diciembre, piensa.

Un semáforo resume la marcha del plan económico de Massa. Pagó un costo alto para poner en verde la urgencia del financiamiento, una crisis que detonó la salida de Guzmán. Días atrás postergó por un año vencimientos por $2 billones.

La escasez de dólares en el Banco Central es la principal preocupación del equipo económico. Habrá un tipo de cambio diferencial para el campo que se anunciará como máximo en los próximos 10 días.
La escasez de dólares en el Banco Central es la principal preocupación del equipo económico. Habrá un tipo de cambio diferencial para el campo que se anunciará como máximo en los próximos 10 días.archivo

A cambio, les garantizó a los bancos que estarán protegidos de la devaluación o la inflación, lo que más les convenga. Es decir, Economía se tachó la doble, ya que no podrá licuar sus deudas. Si a Massa le va mal, esa concesión le explotará en el rostro poco antes de que Alberto Fernández termine el gobierno.

Un vuelto de Silvina Batakis mejora la situación. La efímera ministra lideró dos licitaciones que le dejaron a Massa $430.000 millones que no estaban en los planes.

El semáforo amarillo es la situación fiscal. Es decir, el hecho de que la Argentina gasta mucho más de lo que tiene. Cristina Kirchner se puso al frente de una concesión sorprendente en ese plano.

Para cumplir con el FMI, la vicepresidenta convalidó un aumento de tarifas cercano al 150%. No lo hizo con palabras, sino con presencia: el subsecretario de Hidrocarburos, Federico Bernal, está en la foto del anuncio que se hizo el último martes.

Bernal es un cuadro kirchnerista. Bioquímico tan cercano a los números como a la política, acompañó a la vicepresidenta cuando era senadora y se convirtió en su persona de confianza en el Gabinete de Massa, tras la expulsión del díscolo Federico Basualdo.

El ministro de Economía le había anticipado todo, de cualquier forma, a Cristina Kirchner en una visita que le hizo al Senado días antes del anuncio de las tarifas. Son encuentros donde se toma té y se escanea a la Argentina con el láser de la economía.

Con el esfuerzo de la clase media en las facturas, sin embargo, no alcanza. Por eso habrá que pedirles algo a los gobernadores. El mapa para seguir el camino en ese terreno agresivo lo diseñará, otra vez, Raúl Rigo, a quien le atribuyen tener en su memoria la contabilidad del Estado. Ya recibió órdenes por escrito.

Massa espera recortar las transferencias a gobernaciones que tienen miles de millones de pesos invertidos en plazos fijos. Es una lista polémica. La lideran algunos de los distritos más pobres del país, como Santiago del Estero, gobernado por Gerardo Zamora, aliado del Frente de Todos; o San Juan, a cargo de Sergio Uñac. Hasta hace poco, aparecía un nombre problemático para los planes del ministro: Buenos Aires, tierra de Axel Kicillof y semillero del voto peronista.

La plata hizo tirante la relación con algunas provincias. El secretario de Hacienda, Raúl Rigo, recibió por escrito la orden de cortar transferencias. Hay molestia porque los gobernadores no suscriben deuda del Gobierno.
La plata hizo tirante la relación con algunas provincias. El secretario de Hacienda, Raúl Rigo, recibió por escrito la orden de cortar transferencias. Hay molestia porque los gobernadores no suscriben deuda del Gobierno.

La otra cara de la decisión anterior es una molestia incipiente del equipo económico con los gobernadores. Aunque tienen plata en plazos fijos, casi no suscribieron los bonos que Massa necesitaba para despejar el complejo horizonte financiero que heredó. Es curioso que el gobierno nacional y popular haya recibido el socorro de bancos argentinos como el Macro y el Galicia, o los extranjeros Santander y HSBC, antes que de los compañeros de la militancia política.

El cambio de época se nota en otros renglones de las cuentas públicas. Rigo analiza el caso de los ministerios que usaron hasta ahora menos dinero del que tenían autorizado. Hay varios nombres: Turismo (Matías Lammens), cuyos números dependen en gran medida de lo que ocurra con el Previaje 3 en las próximas semanas, pero mucho más Ambiente y Cultura, a cargo de los kirchneristas Juan Cabandié y Tristán Bauer. El último gastó $4 de cada $10 que tenía disponibles, cuando según el calendario tendría que haber empleado por encima de $6.

En octubre de 2020, Cristina Kirchner los hubiese llamado funcionarios que no funcionan. Hoy son una bala de plata para Massa: sus saldos podrían reasignarse y disminuir el déficit fiscal este año.

De una forma o de otra, madura en el equipo económico la idea de pasar la gorra por los ministerios. Les pedirán aquello que los gobernadores le quitan. Hay varios cerebros dedicados a desarmar el nudo para que financien al Estado. Un ejemplo de esa línea de pensamiento: PAMI no puede comprar los bonos del Tesoro que necesita colocar Massa para reducir la emisión monetaria, pero sí lo puede hacer el Banco Nación, donde la obra social de los jubilados puede depositar dinero.

El frente más acuciante es el dólar. A tal punto que se configuró un pequeño Banco Central “paralelo” en las oficinas de la Aduana, territorio de Guillermo Michel, un abogado que piensa parecido a Miguel Pichetto, pero lo abandonó cuando el dirigente peronista se pasó a las filas de Mauricio Macri.

El trabajo de Michel es la apuesta de Massa para empezar a llenar la olla. A él se suma Lisandro Cleri, el nuevo vicepresidente del Banco Central. El ministro les asigna a ambos una capacidad de gestión por encima del promedio.

Michel suele ser el anfitrión de algunos encuentros clave. Dos de ellos ocurrieron en el Salón Banderas, de la Aduana. Fueron el miércoles 3 y el lunes 8 pasados.

Además del dueño de casa, por el lado de Massa estuvieron Cleri y el secretario de Agricultura, Juan José Bahillo. Enfrente se ubicaron los dueños de la fábrica de dólares, como los llama Massa: liderados por Gustavo Idígoras, que representa a las cerealeras, estaban los gerentes generales de varias de las mayores compañías del rubro en el país.

Michel, Cleri y Bahillo ya le acercaron a Massa las promesas que les habían hecho las propias empresas. Es inminente, según ese mensaje, la liquidación anticipada de US$1000 millones para engrosar las reservas del Banco Central.

De ese grupo de funcionarios depende hacer valer la palabra que empeñó el ministro: deberían llegar otros US$4000 millones en las próximas semanas para que Massa no rompa la promesa que hizo el día de su asunción.

¿Por qué deberían Michel, Cleri y Bahillo tener más suerte que el presidente del Banco Central? Miguel Pesce siempre mantuvo el diálogo con los exportadores de granos y hasta dedicó varias horas por Zoom para explicarles a los gerentes de las empresas algunas medidas cambiarias que, hasta ahora, fracasaron.

El escenario teatral, tras la llegada de Massa, cobra más relevancia. Las reuniones se hacen en la Aduana, un organismo con el que nadie quiere tener problemas, y en nombre de uno de los fundadores del Frente de Todos. Hay otros testimonios más pícaros. Sostienen que la prefinanciación de exportaciones es un buen negocio para las empresas antes que una colaboración con la Patria.

El hecho de poner en problemas a algunas empresas es parte de la solución a la urgencia del dólar. Michel es el policía designado.

Hace nueve días la Aduana denunció a dos compañías por presunto contrabando y sobrefacturación de importaciones (hay siete demandas en total). Es el deporte nacional: por la brecha cambiaria, mejor negocio que producir es comprar mucho afuera y pagar al dólar oficial, para sacar un rédito alto accediendo a una divisa que aparece regalada.

En el entorno de Massa están exultantes con el resultado. Aunque las denuncias cayeron sobre dos empresas casi desconocidas, las novedades encendieron como un camino de pólvora la inquietud del sector privado. Quienes se preocupen, hacen bien. Michel tiene listas otras 10 denuncias contra compañías importadoras que presentará en los próximos días en la Justicia.

Más allá de la definición en los estrados, Massa cree que ya ganó porque se generó una percepción de riesgo -la frase corresponde a un integrante dilecto del equipo económico- y las empresas tienen claro que no es gratis “robar” dólares. Es un obsequio, también, para Cristina Kirchner, que planteó varias veces su molestia con quienes traen cosas de afuera, sin tener en cuenta que el modelo del Frente de Todos fomenta esas prácticas.

En las reuniones de trasnoche también hay espacio para discutir la economía de la calle. De allí surgió la idea de crear un monotributo “freelo” apuntado a personas que venden servicios afuera, una fuente ingente de dólares negros. A ese grupo ya se le dio la opción de guardar hasta US$12.000 en cuentas bancarias sin tener que liquidarlos al inconveniente precio oficial. Recibirán más beneficios.

Massa se convenció de esa necesidad por una escena que le pasó a un miembro de su equipo. Sus amigos le preguntaban al funcionario cómo traer plata del exterior en negro para esquivar los controles del Estado, del que ahora forma parte.

Es la misma lógica que domina la relación con el campo, debido a la persistencia de la brecha cambiaria. Si bien todavía flota la alternativa del desdoblamiento, rechazada por Cristina Kirchner, por Alberto Fernández y por Miguel Pesce, el Ministerio avanzará en un régimen más conveniente para acelerar la liquidación.

Massa tiene una convicción. La falta de dólares lo acorrala y no le deja espacio para la timidez. Ya les dijo a los dirigentes del campo que no puede bajar retenciones, pero les prometió llegar a un número de tipo de cambio diferencial que convenza a los productores de vender la cosecha.

Bahillo está a cargo de despejar la ecuación. Su trazo es más el de una varita que el de una lapicera, porque se trata de una cifra mágica. Hasta ayer por la tarde, la expectativa era que se anunciara a más tardar en los próximos 10 días.

Casi todo lo que se define en la economía argentina pasa por las pantallas de Sergio Massa, a tal punto que sorprende a sus colaboradores más confiables. Días atrás hablaba con uno de ellos con la televisión de fondo. Durante la charla, los canales informaron que Flavia Royón era la nueva secretaria de Energía. El funcionario le preguntó al ministro acerca de la novedad. La había comunicado el propio Massa, por Twitter, mientras discutían temas de la gestión cotidiana.

Esa hiperactividad también lleva a entuertos, como el anuncio prematuro del viceministro de Economía. Su nombre se conocería en las próximas horas (sería Gabriel Rubinstein), pero fue dejado trascender originalmente por el propio massismo.

Aunque Massa se fastidió con los medios de comunicación, la confusión nació de WhatsApp. Tiene, de todas maneras, un saldo político positivo. En el remolino de decisiones, anuncios y anticipos, pasa desapercibido que el plan es cumplir con el FMI, aquello de lo que rehuía Cristina Kirchner. Todo un aprendizaje para el gran acreedor argentino: nunca tuvo más gravitación en las decisiones de la economía más que ahora, cuando el Frente de Todos menos habla de él.

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